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El Carabobeño se negaba a morir

De la misma manera que no hay pan en la panadería, ni carne en la  carnicería, en los kioscos no hay periódicos. Y solamente permanecen abiertos los que están ubicados en algunas vías principales exhibiendo golosinas y empanadas. Los pregoneros, que corren con la misma suerte, están en extinción.

Por Humberto Torres

Solo el diario La Calle sobrevive incólume al desafío de imprimirse cada día. El Carabobeño, Notitarde, Diario La Costa y Ciudad Valencia tuvieron que abandonar su versión impresa, bajar su paginación, cambiar de formato o periodicidad. Las causas que les impide circular son diversas, las consecuencias las mismas: una sociedad que vive a tientas, sin derecho a recibir información independiente y oportuna. Trabajadores desempleados, intentando reinventarse en un oficio distinto, en una Venezuela económicamente devastada.

La seccional de Colegio Nacional de Periodistas en la región califica de crítica la situación de los periódicos regionales, y una consecuencia de esta realidad es el registro de al menos 200 comunicadores sociales colegiados que han emigrado desde 2017 hasta mediados de 2018, muchos de los cuales laboraban en la prensa escrita.

Desde aquel célebre 24 de junio de 1821, Carabobo trascendió por la batalla que selló la independencia de Venezuela del imperio español. Y casi 200 años después El Carabobeño, un hijo pródigo, afronta una dura contienda por su libertad, un valor que es sagrado para el periodismo.

Fundado el 1 de septiembre de 1933 por Eladio Alemán Sucre, de este periódico de tradición familiar siempre se recuerda que nació en plena dictadura de Juan Vicente Gómez. No le es ajeno confrontar al poder de turno, sea democrático o no. Hoy quien lo dirige es Eduardo Alemán Pérez, quien tomó el relevo de su padre.

Hasta hace solo cinco años, el diario del centro, como también se le conoce, tenía una nómina de 700 trabajadores, entre ellos periodistas y fotógrafos de larga trayectoria; corresponsalías con oficinas propias en Caracas, Maracay, Puerto Cabello, Guacara y Bejuma, una inmensa sede principal con un centro cultural y auditorio, y lo más importante, una circulación sólida bien ganada con el tiempo y la credibilidad.

Hoy luego de un lento, pero efectivo asedio solo hay 60 trabajadores, seis periodistas, un fotógrafo, sin reporteros en la calle ni corresponsalías, incluso algunas están en venta; el edificio principal carece de mantenimiento y la rotativa, silente, está apagada.

Casi todo se vino abajo, el intento de imponer la hegemonía comunicacional prometida por el  Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información ha ganado una batalla en la Gran Valencia, el enemigo de la libre expresión atacó un flanco débil, descubrió una realidad que ahora es una consigna, entendió que sin papel no hay periódicos.

Fundado el 1 de septiembre de 1933 por Eladio Alemán Sucre, de este periódico de tradición familiar siempre se recuerda que nació en plena dictadura de Juan Vicente Gómez. No le es ajeno confrontar al poder de turno, sea democrático o no

Atrincherados

El cerco a El Carabobeño, comenzó en enero de 2013, cuando Cadivi dio la última Autorización de Adquisición de Divisas (AAD) para comprar papel al proveedor en Canadá; por cierto, la Autorización de Liquidación de Divisas (ALD) para cancelar la deuda nunca llegó. A partir de ese momento, la editorial intentó de varias formas sobrevivir a la sequía de divisas para reponer papel de imprenta. Mantuvo su línea y se colocó en las trincheras para repeler los ataques, que desde ahora serían muchos.

En 2014 la primera acción fue reducir la paginación, de cuatro cuerpos con un total de 40 páginas, a dos cuerpos con 32 páginas. Un par de meses después, a 24.

En ese mismo año vendrían decisiones todavía más duras: Eliminan el Suplemento Médico, reconocido con el Premio Nacional de Periodismo Científico, y la misma suerte corrió el Suplemento Industrial, dedicado a la promoción de la actividad económica en la región.

Un golpe fuerte significó el cese del Suplemento Infantil, encarte dominical con el que crecieron los valencianos durante 38 años. Fue un luto para los trabajadores. “El niño de la casa” había partido, con él se fue el programa Prensa Escuela, creado junto a la Universidad de Carabobo con el objetivo de incentivar la lectura y la escritura a través del uso cotidiano del periódico. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) premió esta iniciativa en la categoría Diario en la Educación en 2009 y otorgó la mención Honorífica en los años 2011 y 2014.

Carolina González, jefa de redacción de El Carabobeño, confiesa que en principio evitaron acercarse al Complejo Editorial Alfredo Maneiro (Ceam), proveedor de insumos adscrito a la Presidencia de la República. Se sabía que Hugo Cabezas, presidente del CEAM, les pedía como condición para asignar papel la publicación semanal de su artículo de opinión. En el diario del centro no estaban dispuestos a caer en el chantaje, no lo hicieron. “Ese artículo retrasó la llegada de Maneiro varios meses. Yo decía: denle el artículo de opinión si finalmente lo necesitamos, pero él (Eduardo Alemán) lo que me decía era, ok, yo le doy el artículo de opinión. ¿Y mañana? ¿Qué me van a pedir mañana?”.

Al final se decidió transitar los caminos regulares y por fin, en noviembre de 2014, tras casi dos años sin papel, el Complejo Maneiro les vendió 150 bobinas, para ese entonces, el periódico consumía 300 bobinas al mes. Una segunda compra se materializó en enero de 2015, llegaron 48 bobinas y con ellas una decisión editorial drástica: el diario tenía que cambiar a formato tabloide. Al mes siguiente, apenas despacharon otras 44 bobinas.

“Ya nosotros veníamos manejando el cambio de formato, y con la carencia de papel ese cambio fue ineludible. Cuando vimos que teníamos 48 bobinas, una de las decisiones fue cambiar el tamaño, porque mal que bien siempre te ibas a ahorrar algo de papel”.

El 8 de febrero de 2015, los kioscos de la región amanecieron con un “nuevo” tabloide de 48 páginas, las “sábanas” de El Carabobeño ya eran historia, la precariedad obligó a una transformación radical.

Un mes después, el 9 de marzo, un editorial denunció que pese a todos los esfuerzos, el rotativo se estaba quedando sin papel y responsabilizó de esto al CEAM. La noticia causó revuelo y llegó a importunar a su presidente, Hugo Cabezas, quien personalmente se encargó de autorizar 72 bobinas el 17 de marzo de 2015, y desde entonces nunca más.

“El zarpazo” de Ameliach

Ya acorralados por la falta de papel, desde marzo de 2015, hay preguntas que todavía se hacen en el diario del centro. ¿Por qué el Complejo Editorial Maneiro dejó de suministrar papel, cuál fue el motivo para no responder a los correos electrónicos o los mensajes de Whatsapp, que era la vía más efectiva para comunicarse con Luis Coronado, gerente del Ceam? Todo apunta a que un nuevo actor influyó determinantemente en la estocada al diario, el entonces gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach Orta.

“Nuestro periódico cerró por un zarpazo directo de la cúpula de poder de la familia Ameliach… Ése era su plan, y lo consiguió”. Esta aseveración la hizo Eduardo Alemán Pérez, director de El Carabobeño en marzo de 2017, durante un foro titulado “Zarpazo a El Carabobeño”.

En esa oportunidad, Alemán reveló que hicieron gestiones directamente con José Vicente Rangel, quien se mostró dispuesto a colaborar para que se le vendiera papel nuevamente al matutino, pero solo hacía falta que el gobernador diera la orden, sin embargo, la instrucción del ejecutivo regional no llegó.

González recuerda los días de enero de 2016, cuando periodistas, gremios, organizaciones de la sociedad civil, el Arzobispo de Valencia, la Rectora de la Universidad de Carabobo, entre otras personalidades, se apostaron a las puertas del Capitolio de Valencia para entregarle un documento al Gobernador, donde se le pedía intervenir para evitar la desaparición del diario. Ni siquiera fueron recibidos.

En ese momento, las fuerzas vivas valencianas entendieron que era inminente que El Carabobeño se quedaría sin papel. “Las reuniones aquí todos decían, esto no va a pasar, yo también decía señor Alemán, eso no va a pasar. No era fácil imaginarse una decisión de esa magnitud, pero finalmente pasó. Yo lo internalicé esa noche en la rotativa, porque hasta ese momento no lo creía”, recuerda Carolina González.

El Carabobeño en la sede de la Av Sublette

“Se perdieron dos periódicos”

Hacer periodismo de calidad, serio, conectado con la gente, siempre confirmar, reconfirmar y “recontraconfirmar” cualquier dato que se tenga por más que la fuente sea confiable, son algunos de los aprendizajes que atesora la reportera Dayrí Blanco de los cuatro años que laboró en el diario del centro, donde se aplica con rigurosidad la premisa: es mejor recibir un “tubazo” que un desmentido.

“Nunca había estado en una empresa en la que se hace periodismo de calidad y con principios fuertes, bien fundados como en El Carabobeño y en este sentido, no sé si vuelva a estar en otra empresa como esta. Yo deseo que sea así y que pasen cosas increíbles en el país para que vuelva a estar en la calle y pueda ser la escuela del periodismo que siempre fue”, reflexiona Blanco.

Notitarde y El Carabobeño eran grandes protagonistas de la prensa escrita local durante los últimos 30 años. Se compartían casi la totalidad de lectoría. Pudiera resultar inexplicable que en la actualidad ninguno de los dos circule a diario, aunque el tiempo ha hecho suponer a más de uno que existe una relación directa entre la compra-venta del tabloide editado en la calle Boyacá y la paralización de la rotativa del estándar de Naguanagua.

El 21 de enero de 2015 se hizo oficial el comentario que desde semanas atrás ya era noticia en toda la Gran Valencia de que Notitarde fue vendido. Ricardo J. Degwitz, presidente de la junta directiva de ese diario, anunció ese día en una asamblea con los trabajadores que ya no era dueño del rotativo, y aunque se rumoraba que las acciones habían sido compradas por allegados del gobernador Francisco Ameliach, fue presentado como nuevo dueño José Rodríguez, un reconocido empresario de origen español y presidente del World Trade Center Valencia y del Hotel Hesperia de la ciudad.

Rodríguez prometió posicionar a Notitarde en Caracas y convertirlo en el diario de mayor circulación del país. En ese entonces era el segundo, según los datos de la Asociación Nacional de Anunciantes (Anda) y la Federación Venezolana de Agencias de Publicidad (Fevap).

Coronel José Carrasco, presidente matutino de Notitarde

El drástico cambio de línea editorial por una favorable a los Gobiernos Regional y Nacional, y la posterior designación de Ramón José Carrasco como presidente del matutino, un coronel retirado del Ejército y ex Secretario de Salud del estado Vargas en la gestión del mandatario oficialista Jorge Luis García Carneiro, hizo suponer a muchos que el medio fundado en 1976 por la familia Jiménez Márquez había caído en manos del oficialismo.

Mientras esto ocurría, El Carabobeño se quedaba sin papel y empezaba a circular en tabloide, para lo cual previamente ideó una estrategia con consejos comunales y asociaciones civiles, en virtud de lograr posicionar con fuerza su nuevo formato en los sectores populares del sur de la ciudad, un mercado históricamente dominado por Notitarde.

Carolina González asegura que la conversión a tabloide más el cambio de política editorial de su tradicional contendor garantizaron un éxito inmediato para ellos, y en ese entonces reportaban un crecimiento vertiginoso de 25% en la circulación al sur de la ciudad en solo 15 días, nunca antes visto.

La jefa de redacción analiza en retrospectiva y observa que quizás ese repunte en la lectoría y un editorial de marzo 2015, donde alertaban que se estaban quedando sin insumos por la indiferencia del gubernamental Complejo Editorial Alfredo Maneiro, los dejó vulnerables y le clarificó la estrategia a los interesados en la desaparición de El Carabobeño. Ella lo define como una “sentencia de muerte”.

“Las fechas coinciden: principios de 2015. Tanto la venta del matutino y su inmediato cambio en la línea editorial para favorecer la gestión de Ameliach; como el cambio de tamaño con la misma línea editorial de El Carabobeño, en febrero detonaron la mecha: La consecuencia fue que el 19 de marzo de ese año llegaron las últimas 72 bobinas que el CEAM le vendería a El Carabobeño”, así lo planteó el texto de despedida del semanario con el que la casa editorial siguió enfrentando la hegemonía comunicacional.

Según González, no convenía que “después de una inversión como la que se hizo, comprando un periódico para cambiar su línea editorial y que no te siguiera fastidiando, entonces fuera a llegar otro que te iba a seguir fastidiando. Los reales que gastaste los perdiste, por eso yo digo que aquí se perdieron dos periódicos, uno porque lo vendieron y otro porque lo cerraron y hoy lo estamos viendo, en Carabobo no hay denuncia”.

Cámara de Periódicos, el flanco que nunca se abrió

El enfrentamiento de David contra Goliat dejó claro que las estrategias son más poderosas que la cantidad de armas, por eso, en los momentos más adversos de la pelea, los líderes evalúan un plan alterno para abrir flancos en el campo de batalla y por allí seguir avanzando.

Desde el Complejo Maneiro le “recomendaron” a la directiva de El Carabobeño afiliarse a la Cámara Nacional de Periódicos de Venezuela, presidida por Joselyn Ramírez, porque muy probablemente a futuro sería un requisito indispensable para garantizar la venta de insumos al rotativo.

A pesar de la negativa inicial, por ser miembros al Bloque de Prensa Venezolano, la directiva del diario inició los trámites para ingresar a la Cámara, pero la respuesta nunca llegó. Formalmente no hubo explicación del porqué no se permitió el ingreso de un nuevo miembro a la organización, a pesar de los ofrecimientos previos que hacían suponer lo contrario.

Fue en una reunión en la Asamblea Nacional donde se abordaba la crisis de los diarios cuando Joselyn Ramírez, quien también es vicepresidenta del diario La Calle, el único que aún circula en Valencia, argumentó que como no había papel suficiente para abastecer a los integrantes de la Cámara, para qué incorporar a otros medios.

“Una parte de la circulación que nosotros dejamos la terminaron asumiendo ellos (La Calle). Entonces, claro, ahí es donde tú sacas cuentas y es lo que Joselyn quería. Era doble beneficio, no nos iba a dejar entrar, porque Maneiro necesitaba cualquier argumento para no darnos el papel, y el otro es que cerrado El Carabobeño se iban a beneficiar. Son esas cosas empresariales muy desleales”, lamenta González.

El último intento por tener presencia en los kioscos fue  La Verdad, un semanario que circuló desde septiembre de 2016 hasta febrero de 2017. Fueron 17 ediciones, los viernes. Sostenerlo económicamente fue imposible, se llegaron a comprar insumos con sobreprecio a otros proveedores. Solamente para tener una idea, mientras en CEAM vendía el kilo de papel en Bs.15 El Carabobeño lo pagaba a Bs. 400.

“No me quiero rendir”

Es bien sabido que en toda guerra claudicar es la última opción, la peor. Es por eso que los periodistas del ahora portal web, rescatan el hecho de que, a pesar de la presiones y las ofertas para comprarlo, el medio ni se vendió ni se cerró. Sigue de pie.

“No estoy feliz, lo que pasa es que no me quiero rendir, porque yo creo que esta es una posibilidad muy escasa, no son casos frecuentes. Otros medios fueron vendidos o cerrados, pero este ninguna de las dos. Estamos aquí batallando, y uno como periodista valora mucho eso, el tema de que hay sitios donde puedes hacer periodismo, aunque en esta coyuntura por un tema económico no lo estamos pudiendo hacer, no porque la línea editorial lo impida, sino porque circunstancialmente estamos muy limitados”.

González destacó el compromiso de los comunicadores sociales que siguen todavía hacen grandes esfuerzos para asistir al trabajo en una ciudad donde el transporte público es casi inexistente y los servicios públicos como el agua y la electricidad condicionan el día a día. A veces laboran desde sus hogares, si el internet lo permite. Es muy común escucharle a cualquiera de ellos un “no sé si vamos a poder seguir”.

La tentación de “tirar la toalla”, la refuta la misma periodista, quien considera que donde haya una oportunidad en este país de hacer periodismo, ahí deben estar, aunque tristemente no todo el mundo lo valora, ni siquiera a veces los mismos colegas.

Además de la edición impresa y su impacto en la opinión pública local, lo que más anhelan en El Carabobeño  es salir a pautas con las condiciones de trabajo de hace poco. La actual situación económica les impide contar como antes con ocho taxis para ir a las comunidades

El salto a la nube

Algo que siempre caracterizó a El Carabobeño fue su recurso humano, periodistas, fotógrafos y diseñadores de gran talento que llegaron al diario del centro para quedarse, a ellos les cambió la vida al momento que dejó de circular el diario, muchos emigraron del país, otros consiguieron empleos como corresponsales de medios digitales, capaces de ofrecer mejores condiciones económicas, y un grupo pequeño sigue ahí, más por apego que por cualquier otra  cosa.

Además de la edición impresa y su impacto en la opinión pública local, lo que más anhelan es salir a pautas con las condiciones de trabajo de hace poco. La actual situación económica les impide contar como antes con ocho taxis todas las mañana para ir hasta las comunidades a entrevistar a los vecinos, tener a disposición 10 reporteros gráficos, que retraten los hechos noticiosos. El talento aún está ahí, son como guerreros que teniendo las habilidades para pelear se encuentra sin armas para hacerlo. A todos le desanima la idea de no poder salir del reducido espacio donde están sus computadores, no hay carros para movilizarse, el trabajo ahora se limita a entrevistas telefónicas y editar boletines de prensa.

Actualmente las afecciones de salud lo mantienen a Alfredo Fermín alejado de la Redacción, y quienes lo conocen aseguran que sus padecimientos comenzaron cuando El Carabobeño dejó de circular. Entre los periodistas de esta casa Fermín sin duda alguna es el reportero más respetado por el gremio en Carabobo. Sus 45 años de trabajo en la calle y su aporte a la cultura de la ciudad de Cabriales con su columna “Hoy y Después en Valencia” lo convierten en una institución. Es una pena que un egresado de la I Promoción de Comunicadores Sociales de la UCV y doctor honoris causa de la UC sufra un retiro forzado porque no hay papel para imprimir.

“Fermín es el cronista de Valencia. Un título que nunca le fue concedido pero que se ganó a fuerza de documentar la historia de la ciudad. Hoy mucha gente se lo reconoce, otros lo critican porque no es valenciano, sino margariteño. Hay quienes dicen que quiere más a la Virgen del Valle que a la del Socorro, Patrona de Valencia. Una afirmación totalmente falsa, propia del desconocimiento de la labor de Alfredo Fermín, que sembró su alma en esta ciudad y derrochó un inmenso amor por Valencia y aún lo hace”. Así lo describió  Beatriz Rojas, su compañera de trabajo, otra emblemática reportera del diario del centro.

Nadie duda de que la épica de El Carabobeño es más que una odisea por mantener
una empresa informativa a flote, se trató de una batalla cotidiana por los ciudadanos,
quienes en medio de la peor crisis económica

La secretaria general del Colegio Nacional de Periodistas, Seccional Carabobo, Ruth Lara Castillo, piensa que para los trabajadores de los medios impresos en la región ha sido un reto la migración al periodismo digital y la adaptación a las nuevas tecnologías, por lo cual, desde el gremio están haciendo esfuerzo para ofrecer formación a los comunicadores ante la crítica situación de la prensa tradicional.

“El enfoque que tenemos desde el Colegio es buscar todas las actividades que nos lleven a esa era tecnológica, a las nuevas alternativas que se están dando en el mundo del periodismo, desde periodismo por caricaturas, los podcast… buscar que el periodismo no se pierda porque no tenemos el papel, hay que buscar otra forma de llevar la información”, dice Lara.

La periodista Dayrí Blanco recuerda los duros días cuando recién dejaron de circular como diario para dedicarse solo a la plataforma digital, ya tenían meses preparándose para lo que podría suceder, sin embargo, no es lo mismo la teoría que la práctica, la inmediatez de la noticia, pasar las informaciones al momento, mandar avances, párrafos para Facebook, enviar fotos, videos, todo esto fue un gran desafío.

“Fue duro…nos diversificamos, aprendimos muchísimo, nos capacitaron, El Carabobeño fue una escuela hasta el último momento, profesionalmente los cambios fueron brutales y en lo personal también, porque la vida te cambia, fue un despecho que aún se mantiene, es ese amor bonito que yo recuerdo con mucha nostalgia y que quisiera que estuviese en el presente”.

Periodistas de El Carabobeño se divierten contando que hace pocos días era motivo de celebración que el veterano reportero gráfico ‘Ángel Chacón, había realizado por primera vez en su vida un video con un celular, lo hizo durante una cola de pensionados. “Lo más cumbre es que después no teníamos cómo pasarlo a la web, porque lo hizo con un Blackberry”, comentan entre risas.

Mirando hacia el futuro, quienes aún trabajan en este medio reconocen que su principal reto es adaptarse al periodismo web, a las redes sociales, a toda esa nueva realidad comunicacional que vieron llegar cuando era tarde, no por desprecio sino porque la solidez del impreso los distrajo en prepararse a tiempo para esta etapa digital de posicionamiento SEO y otras estrategias de marketing.

Nadie duda de que la épica de El Carabobeño es más que una odisea por mantener una empresa informativa a flote, se trató de una la batalla cotidiana por los ciudadanos, quienes en medio de la peor crisis económica, política y social se queda sin medios libres e independientes, para levantar la voz, denunciar, exigir el respeto a sus derechos, “velar por el suelo que patria nos dio”,  como escribió Santiago González Guinán.

Nada haría tan feliz al personal de El Carabobeño que escuchar de nuevo el sonido nocturno de la rotativa imprimiendo miles de ejemplares. Por lo pronto, nada hace suponer se vuelva a ver en las calles de la Gran Valencia a los pregoneros exhibiendo los titulares de primera. La industria de la prensa escrita está en su peor momento.

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