El estado Bolívar de vuelta al primitivismo

Pese a los altos riesgos que implica ejercer la minería ilegal, la desesperación por obtener dinero en medio de la crisis económica ha impulsado a miles de venezolanos a dedicarse a ese oficio, entre ellos, ex trabajadores de las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana, que tras el apagón silencioso y progresivo de las industrias han optado por abandonar sus puestos de trabajo y adentrarse en las minas. El brillo del oro también ha provocado una migración interna hacia Bolívar, cuyas selvas han sido deforestadas de la forma más atroz e inundadas de las más ilícitas prácticas

Es domingo y en el principal mercado a cielo abierto de Ciudad Guayana, conocido como El Perolero de Alta Vista, en el estado Bolívar, abundan las ventas de bragas, camisas y pantalones que se usaban como uniformes en las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana (GVG), concebida como la alternativa económica no petrolera del país en los años 70.

Zuly Pereda, una vendedora de 43 años, asegura que las piezas son de alta rotación, las compran los hombres y mujeres que extraen oro en masa de minas ilegales. “Todo esto lo compran los mineros porque son de un material más resistente para trabajar en la mina”, cuenta.

 La venta de uniformes y la compra principalmente a manos de mineros ilegales son un reflejo de la realidad actual de la región, donde el conglomerado de las empresas propiedad del Estado dedicadas a transformar materias primas han caído en desgracia, mientras sus trabajadores han decidido migrar a la minería del oro, en lo que se ha considerado como un retroceso al extractivismo del Siglo XIX.

Un claro ejemplo de ese declive lo representa la Siderúrgica del Orinoco “Alfredo Maneiro” (Sidor). La empresa estatal con mayor nómina en la zona está paralizada en su totalidad y sus más de 15.000 trabajadores permanecen en casa por falta de transporte y labores en la industria.

La siderúrgica tuvo un récord histórico de producción en 2007 al alcanzar 4,3 millones de toneladas de acero líquido, en ese entonces era operada por el consorcio trasnacional Techint. Pero tras su reestatización en 2008 comenzó un desplome que no se ha detenido. Al cierre de 2018 la producción apenas rondó 50.129 toneladas de acero líquido, de acuerdo con cifras extraoficiales.

Otra empresa estatal emblemática que está en la quiebra es Venezolana de Aluminio (Venalum). Pese a que tiene una capacidad instalada de 905 celdas de reducción de aluminio, el 7 de marzo de 2019 solo estaban operativas 59 celdas, es decir, apenas 6,5%. En la mañana del día siguiente, la industria se detuvo por completo, luego de pasar 10 horas sin suministro eléctrico a causa del apagón que oscureció a más de 90% de Venezuela.

A partir de ese 8 de marzo más de 5.000 trabajadores de la industria del aluminio fueron enviados a sus casas. Con salarios reducidos por una hiperinflación histórica que azota el poder adquisitivo del venezolano desde hace dos años, las opciones de sobrevivencia económica son escasas y, en muchos casos, se concentran de distintas formas en la minería ilegal.

trabajadores permanecen en sus casas por la falta de transporte y labores en la industria

Cambio de oficio

Pedro González viaja dos veces por semana desde Ciudad Guayana hasta El Dorado, al sur del estado Bolívar, para vender gasolina en minas a cielo abierto. Durante cuatro horas transita la Troncal 10 que comunica Venezuela con Brasil, para llegar hasta los municipios auríferos.

Pese a que hace un trabajo ilegal, asegura que nadie se lo impide pues paga vacunas a policías y a funcionarios de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) que montan alcabalas en la zona y en algunos casos participan activamente en el contrabando.

La venta de la gasolina es un oficio que le permite a González comprar alimentos para él y su esposa durante la semana, pero no fue para eso para lo que estudió, ni a lo que pensó que se dedicaría después de más de 20 años trabajando en Sidor como técnico de mantenimiento en laminación en caliente.

El combustible es uno de los productos más preciados dentro de las minas pues las plantas eléctricas, los martillos hidráulicos, las trituradoras y los molinos que se usan para extraer el oro funcionan con gasolina o diésel. Un tambor de 200 litros de gasolina puesto adentro de la mina, puede llegar a costar hasta 10 gramas de oro, como le dicen a los gramos del metal. De acuerdo con los vendedores, ese precio ya incluye la vacuna que cobran los cuerpos de seguridad del Estado.

Un técnico de reducción, de la estatal de aluminio Alcasa, que prefirió no ser identificado, también siguió el camino de González. Hace seis meses decidió apartarse de la empresa en la que trabajó por 15 años para irse a las áreas mineras en la búsqueda de un ingreso que le permita resistir a la emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país.

“Ahora me dedico a hacer viajes a las minas, llevo desde arroz hasta gasolina para sobrevivir, pero cada vez que lo hago mi vida peligra. Aunque no soy minero trabajo para ellos, es un círculo en el que estamos todos ahora”, admite.

Ricardo Pérez es otro de los cientos de miles de hombres y mujeres que se han volcado a las minas de Bolívar. Trabajaba en la estatal refinadora de alúmina Bauxilum, pero tras un cierre de las operaciones y la falta de transporte en la empresa, tomó su paro forzoso como una oportunidad para irse a Las Claritas, en el municipio Sifontes, donde se explota ilegalmente la cuarta mina de oro más grande del mundo.

Pérez cambió su oficina, por una veta de oro y con la ayuda de un pico y una pala extrae las rocas que ahora le permiten mantener a su familia.

Para Luis Guzmán, un ingeniero que trabaja desde Bolívar en la formulación de ideas para el Plan País, la destrucción del que fue considerado uno de los principales parques industriales en América Latina forma parte de una estrategia deliberada.

“Ciudad Guayana no es una ciudad industrial, todas sus empresas están paralizadas y la gente siente la necesidad de trabajar en lo que sea para poder producir (…) Es un plan premeditado para destruir las empresas y que la gente se vaya a la barbarie y el primitivismo”, indica.

Un desplome doloroso

José María Fernández, investigador y doctor en Formación, Empleo y Desarrollo Regional, asegura que si en un lugar se invirtieron los ingresos de la venta de petróleo fue en la región Guayana, donde se desarrollaron tres grandes sectores: acero, aluminio y electricidad.

Ese desarrollo, indicó, tuvo su máxima ocupación entre 2004 y 2007. En ese periodo, las industrias de metales llegaron a su máxima producción alcanzando niveles a tono con su capacidad instalada. En 2008, ocurrió el quiebre cuando el expresidente Hugo Chávez decidió reestatizar Sidor, tras una década en manos privadas. Inició entonces el declive de la producción no solo en la siderúrgica, sino en el resto de las estatales. En 2019 la producción llegó a cero.

Fernández es enfático en señalar que la causa del desplome fue la aplicación de políticas inadecuadas. Insiste en que a las empresas de Guayana se les quitó su misión fundamental que era producir y dar rentabilidad.

Además de las reestatizaciones, en 2008 también se inició la aplicación del “control obrero” en las empresas básicas de Guayana, que no era más que otorgarle el poder de las industrias a los trabajadores, bajo criterios de “participación y transparencia”. El intento se convirtió pronto en un foco de corrupción y clientelismo, mientras que la producción quedó fuera de la lista de prioridades.

La siguiente estocada a las empresas llegó con la militarización de las juntas directivas, en un proceso que dejó de lado la preparación académica y la experiencia. Un ejemplo de ello lo representa el actual gobernador de Bolívar, General de Brigada Justo Noguera Pietri, quien fue presidente de Sidor y de la CVG, al mismo tiempo que ejercía como viceministro de Fomento Industrial y coordinador de la Alcaldía de Caroní.

Un informe realizado en mayo de 2016 por una comisión especial de la Asamblea Nacional sobre las empresas básicas, aseguró que en las industrias había: ausencia de elementos gerenciales de gestión; prolongada desinversión en mantenimiento y tecnología; incremento exponencial de los costos de producción; designación de personal sin experiencia; creciente centralización de las decisiones; altos niveles de endeudamiento y graves incumplimientos de las obligaciones laborales y ambientales.

Este fue el contexto que precedió y rodeó la creación en febrero de 2016 del Arco Minero del Orinoco (AMO), la denominación con la que el Ejecutivo avaló la minería en cerca de 112.000 kilómetros que comprenden el norte del estado Bolívar y toca a Delta Amacuro y Amazonas. La minería de oro empezó a ser una forma de sustento, en medio de una estructura organizativa marcada por la violencia y la composición de un paraestado que cada vez más le gana terreno a las instituciones formales.

“En 2016 cuando se crea en decreto el AMO se dio luz verde a toda la extracción de oro. Que haya tal deterioro de la industria de Guayana sumado a la riqueza que genera la minería, hace que en la zona el comercio no dependa de los recursos que generan las empresas básicas sino del oro”, dijo Fernández.

Pequeñas y medianas industrias que dejaron de prestar servicios a las empresas básicas ahora venden parte de sus equipos sin uso a los mineros o, incluso, trabajan en la fabricación de equipos para la extracción y el aprovechamiento del material aurífero.

“Lo más triste de lo que está pasando es que después de la extracción no queda nada. Y no es una idea, es que ya lo vivimos con las primeras explotaciones mineras”, indica Alfredo Rivas Lairet, quien fue presidente de Sidor y directivo de las empresas del aluminio.

Refiere que el primer valor agregado que se dio con la construcción de las empresas básicas en Guayana fue la consolidación del trabajo estable y decente. “Ahora no hay nada de eso”.

Atraídas por el brillo

El auge de la minería ilegal, aunado a la crisis económica, no solo ha atraído a los ex trabajadores de las empresas básicas de Guayana, también ha llamado la atención de cientos de foráneos que diariamente se despiden de sus ciudades o pueblos para internarse en las profundidades donde el oro abunda. Así, mientras millones de venezolanos migran a otros países de la región en busca de una mejoría económica, se produce una migración interna a Bolívar.

Johana es una de esas personas que optó por darle un giro a su vida con la intención de obtener dinero que le permita alimentar a su niño de cuatro años de edad. Es de Cabudare, estado Lara, y a comienzos de julio decidió abandonar su ciudad natal para internarse en las espesas selvas del sur de Bolívar atraída por el metal precioso. Sin embargo, no ejerce la minería, sino el que es considerado el oficio más antiguo del mundo.

“Me costó muchísimo tomar la decisión, pero el dinero no alcanzaba y el niño tenía que comer, vestirse, estudiar y estar sano. Yo trabajaba en una zapatería y lo que cobraba se me iba el mismo día y no alcanzaba. Una amiga ya había hecho esto y me habló claro de lo bueno y lo malo (…) lo pensé por una semana y decidí hacerlo. Le dejé el niño a mi mamá y me vine”, relata la mujer de 23 años de edad mientras peina su cabello castaño claro.

Cuenta que su amiga corrió con los gastos, bajo el compromiso de que ella le reintegrara el dinero apenas empezara a trabajar. Llegaron a Tumeremo al mediodía. Para la tarde de ese mismo día ya había pagado su deuda y enviado algo de dinero para su hijo y su madre en Cabudare. Al caer la noche, Johana -una joven de estatura baja, contextura media y voluptuosas curvas naturales- tenía 10 gramas de oro… el equivalente a 82 salarios mínimos actuales con bono de alimentación incluido.

“El primer día todos querían estar conmigo porque era la nueva. Pero yo tengo límites también y solo estuve con 7 hombres… a 2 gramas por media hora. Sé que es asqueroso, pero no pienso en eso, solo pienso en mi hijo, en mi mamá y ya. A mí no me criaron para ser puta, pero es lo que la situación del país me obligó a ser y es lo que haré hasta que esto mejore”, lamenta entre un suspiro mientras mira la foto más reciente de su hijo en el teléfono.

En apenas una semana la guara hizo su cartera de clientes, quienes religiosamente la visitan los días y horas pautadas, lo que le permite tener un estimado semanal para sus gastos personales y enviar remesas para su familia.

“Ellas vienen porque el país se está cayendo a pedazos y el dinero en la ciudad no alcanza para nada, pero el riesgo que corren es indescriptible. Estas son zonas sin ley y nadie les garantiza su seguridad. Si un malandro se antoja de una de ellas, se la lleva por las buenas o por las malas… y si no se deja, pues desaparece para siempre”, explica Humberto, un minero nacido y criado en Tumeremo.

Asegura que en los últimos 3 años los pueblos mineros se han llenado de niñas bellísimas practicando la prostitución. “Vienen de sitios tan lejanos como Maracaibo, Mérida y San Cristóbal y tan cercanos como Ciudad Guayana y otros pueblos mineros”, destaca.

En todo el sur del estado Bolívar el único organismo que lleva registro de las mujeres que ejercen la prostitución es la Policía del estado Bolívar (PEB) en El Callao. Un funcionario que prefirió no ser identificado, estimó que son cerca de 3.500 mujeres las que ejercen la prostitución, pero agregó que dada la migración hacia las minas del sur de Venezuela el número aumenta con gran frecuencia.

mujeres ejercen la prostitución

Crónica

El brillo del oro del Arco Minero del Orinoco seduce a mujeres migrantes

Las minas que ocupan medio territorio del estado Bolívar demandan gran cantidad de productos y servicios, desde la producción de comida, hasta la venta de artículos de higiene y medicinas. Mujeres en condiciones de movilidad pendular acuden de lugares tan distantes como Maracaibo a las tierras del sur del país a ofertar sus servicios, incluso entregan sus cuerpos sin ninguna protección a cambio de dinero

Un comercio peor que el otro

La fiebre del oro también ha propiciado la proliferación de una larga lista de actividades y negocios ilícitos que terminan de sumir a la región en una gran oscuridad. Uno de los negocios que está en auge en las zonas mineras es la venta de armas y municiones, insumos imprescindibles para las bandas criminales que controlan la explotación ilegal del oro. Quienes poseen el mayor arsenal, probablemente puedan repeler los ataques de los contrarios y así tratar de aferrarse al dominio del negocio.

Como denunciaron el ex comisario jefe del Sebin, José Gregorio Lezama, y el primer teniente del Ejército Nacional en el exilio, Jesús Leonardo Curvelo, lo referente al poder de fuego de las bandas mineras es realmente preocupante; no solo por el hecho de tenerlas, sino porque pueden seguir comprándolas mientras continúen lucrándose con el metal precioso.

“Si tienes para pagar, puedes comprar lo que quieras: pistolas, revólveres, fusiles, ametralladoras, granadas, minas, bazucas y municiones por cajas o tambores. Actualmente los precios están en dólares u oro, pocos aceptan (bolívares) soberanos para ese tipo de negocios”, reveló vía telefónica uno de los integrantes de El tren de Guayana.

Explicó que lo más económico del mercado son los revólveres, con un precio máximo de 500 dólares, mientras que un AK 103 (arma empleada por la Fuerza Armada Nacional) se puede llegar a vender hasta en 5.000 dólares.

“Con las balas también hay diferentes precios. Puedes encontrarlas desde 50 dólares si son para 9 milímetros o hasta en 100 dólares si son calibre .380. Los proyectiles para los fusiles por lo general se venden por tambores (esos que cargan 200 litros de cualquier líquido) y traen aproximadamente 10.000 municiones, con un costo de un dólar por bala… es decir, te sale en 10.000 dólares”, aseguró el joven, quien pidió mantener su nombre en reserva.

Sobre las drogas, indicó que las más comercializadas en el sur de Bolívar son el creepy o cripy, la cocaína, así como un jarabe para la tos que posee alto contenido de codeína. El kilo de la primera tiene un valor de 1.600 dólares, mientras que el de la segunda puede costar hasta 5.000 dólares si es de alta pureza. Respecto al jarabe antigripal, cada frasco tiene un costo de 10 dólares.

“Todo eso, armas y droga, se baja desde Puerto Ordaz o San Félix (ciudades de Bolívar). En algunos casos encaletado (escondido) y en otros, palabreado con los guardias, policías o soldados. A veces hasta ellos hacen el favor de bajarlo (para el sur)”, señaló.

Al sur del estado Bolívar la moneda de circulación nacional no es aceptada como método de pago. En los negocios ilícitos que hay alrededor de la Troncal 10, que comunica Venezuela con Brasil solo se transa con gramos de oro o divisas como los dólares estadounidenses. Desde la banda criminal El Tren de Guayana revelaron algunos precios en los que comercializan sus productos.   

Armas

Municiones

Drogas

Deforestación y muerte

La consecuencia más atroz de la transformación que ha sufrido el estado Bolívar es la que se evidencia en sus suelos. El auge de la minería ilegal en la entidad tanto de oro como de otros minerales como el coltán ha arrasado con ecosistemas de interés mundial, pues las áreas que se explotan forman parte de la Amazonía. También ha incidido en el desarrollo de los pueblos indígenas y a la biodiversidad única de la zona.

Una investigación publicada por el medio Efecto Cocuyo en alianza con The Organized Crime & Corruption Reporting Project, hizo énfasis en los estragos ambientales ocasionados por la implementación del Arco Minero del Orinoco, que no solo incluyen la destrucción de bosques sino también la contaminación del suelo, aire y agua por el uso del mercurio, catalogado como el sexto contaminante más letal para la vida en el planeta, de acuerdo con el Programa Internacional de Seguridad Química de las Naciones Unidas, y el ingrediente principal en la minería ilegal en Venezuela.

En el trabajo se reseñó un análisis de imágenes satelitales (Landsat) realizado por la Nasa en el que se precisa la extensión de bosques deforestados en los municipios mineros del estado Bolívar, ascendió a 1.058 kilómetros cuadrados (equivalentes a 141.000 canchas de fútbol) solo entre 2001 y 2014, previo a que iniciara el megaproyecto extractivista del mandatario Nicolás Maduro.

Los estragos ambientales se han extendido hasta el Parque Nacional Canaima, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y considerado uno de los destinos más cautivadores en Venezuela.

Otro proyecto de investigación publicado por Runrunes corroboró la existencia de un yacimiento de oro a cielo abierto en Canaima donde acuden a diario cientos de indígenas a trabajar. Los pemones, habitantes originarios de la zona, empujados por el desplome del turismo se han dedicado a la minería ilegal para subsistir. El oro que se extrae en la zona es sacado ilegalmente del país en avionetas turísticas propiedad de un empresario local.

Capítulo 3. El infierno puertas adentro o cómo es vivir y trabajar en una mina.

Crónica. El brillo del oro del Arco Minero del Orinoco seduce a mujeres migrantes.

Share This