En el Zulia la desnutrición mata a los niños y el Poder persigue la ayuda ciudadana

Los «Ángeles» fueron expulsados del Chiquinquirá. Los consejos comunales, milicianos y autoridades del hospital mantienen la opacidad sobre casos de desnutrición allí.

El Zulia cerró el año 2016 con una cifra “oficial” de cinco menores fallecidos por desnutrición.

Sin embargo, para la fundación Ángeles Chiquinquireños, iniciativa civil que intenta paliar este mal en la región, hay serios indicios de que esa cifra oculta el verdadero número de fallecidos, tras la penosa realidad de que la mayoría de los niños, al momento de sus decesos, no han sido ni siquiera presentados como ciudadanos. Entonces, su muerte —como su vida— no deja registros.

Un caso sustenta esta revelación: en octubre de 2016, falleció José Manuel (omitimos el apellido por solicitud de la familia) pese a todos los esfuerzos de los médicos encargados. La administración del centro hospitalario, según el relato de su madre, intentó omitir su existencia alegando que no estaba presentado ante las autoridades civiles. Hecho ante el cual ella se vio en el apuro de buscar y llevarles su partida de nacimiento para que no tuvieran, así, más remedio que levantar su acta de defunción.

Acción civil ante la incompetencia oficial

Los miembros de la fundación Ángeles Chiquinquireños se constituyeron como voluntarios en junio de 2016 para ayudar a los infantes recluidos en el Servicio de Recuperación Nutricional del hospital Chiquinquirá, en la capital zuliana.

Sus integrantes y voluntarios, movidos por la caridad, lograron conseguir lo que ni siquiera brindaba el centro de salud más importante de este tipo en Maracaibo: fórmulas, alimentos, reconstituyentes, pañales y demás artículos indispensables como aquellas gestiones en favor de los menores con estragos severos por sus padecimientos.

Tal diligencia por parte de la acción civil, como las denuncias que llegaron a emprender con respecto a la insalubridad del hospital, fueron suficientes para que en octubre del mismo año fuesen echados del Chiquinquirá por orden expresa del director, materializada por los colectivos.

“Las enfermeras y médicos lloraban”, recuerda la abogada Celia Dao, miembro de la que en adelante se constituiría como la Fundación Ángeles Chiquinquireños. “Ellos sabían, como nosotros, que al echarnos los que más perdían eran los pacientes”.

Sin embargo, “los ángeles”, como los denominó el personal del hospital, buscaron la forma de seguir operando y en un año y tres meses no han dejado de socorrer a los pacientes recluidos en el Hospital Chiquinquirá. Y otros tantos más.

Hasta la fecha, esta ONG se hace cargo de cuarenta niños semanales a quienes ofrecen atención pediátrica y nutrición con especialistas de ambas áreas. “Tuvimos que implementar el sistema de repartición de números, porque no damos abasto”, refiere Dao con pesar por los que se tienen que quedar fuera de la ayuda y quienes no saben si podrán esperar hasta la semana siguiente.

Con la experiencia que le ha dado la iniciativa de la organización civil, la activista explica las fases de la enfermedad para ilustrar las condiciones en las que se hacen cargo de la recuperación de los neonatos: “La desnutrición empieza con un déficit de peso o talla por una insuficiencia endocrina. La siguiente fase, la de la desnutrición moderada, se manifiesta con un déficit de tamaño evidenciado por unas extremidades cortas, pequeñas. La desnutrición crónica es la que se instala en los pacientes para dar paso a la última fase, la de la desnutrición grave, con la que no hay vuelta atrás, pues si se logra salvar al niño, igual queda con secuelas como retardo mental y de crecimiento, hipoglicemia, convulsiones y hasta parálisis cerebral”.

Desnutrición creciente y servicios de salud en baja

SERN de Sinamaica, uno de los dos existentes en La Guajira. Estas unidades tienen infraestructura pero no recursos óptimos para la atención a niños desnutridos en estado grave.

La información sobre las gestiones de Ángeles Chiquinquireños en favor de los desnutridos ha corrido a lo largo y ancho del estado Zulia. “Una madre le cuenta a otra y así, en cadena, se van enterando y todas nos ubican en busca de atención para sus hijos”. Celia Dao, sin decirlo, manifiesta dos realidades. La primera: en toda la región no hay centros que les garanticen la recuperación a los infantes. La segunda: hay muchísimos más desnutridos de los que reconoce el Estado.

En Zulia hay cuatro unidades de Servicios de Recuperación Nutricional: dos en el municipio Guajira y dos en el municipio Maracaibo, incluyendo al Hospital Chiquinquirá. El funcionamiento de cada uno queda constatado al saber que cuarenta números de atención semanales son insuficientes para todos los que acuden por la ayuda de Ángeles Chiquinquireños. Dao asegura que, en principio, solo les llegaban casos de neonatos y niños indígenas, pero que ahora están igualados por los niños de los barrios de toda la zona metropolitana de Maracaibo, incluyendo al municipio San Francisco. Y por cada niño desnutrido, hay una familia entera depauperada.

Gestión ciudadana versus mengua hospitalaria

Ángeles Chiquinquireños, agrupada en la Red de Derechos Humanos del Estado Zulia (Redhez) ha conseguido no solamente el modo de conocer las necesidades de las familias y los sectores a los que pertenecen sus pacientes, y con ello tener un mapa regional de la desnutrición infantil, sino que para ello ha conseguido en tan solo un año y tres meses el modo de proveerles ayudas.

La figura de la donación responsable ha sido la bandera que han enarbolado en justa correspondencia con la gesta de Cáritas —su referente—, pues conocen, de primera mano, la gravedad de administrar una fórmula, medicina o alimento incorrectos a un niño con una desnutrición crónica o grave.

En todo caso, estos activistas y voluntarios por la salvación de los desnutridos se han hecho de un banco tanto de los elementos sanitarios referidos, como de las personas e instituciones que colaboran, para llevarles una esperanza de vida a los niños de la región que la requieren con urgencia.

Una mezcla de ineficiencia, de corrupción y criminalización

SERN de Sinamaica, uno de los dos existentes en La Guajira. Estas unidades tienen infraestructura pero no recursos óptimos para la atención a niños desnutridos en estado grave.

“Si el Estado quisiera, pudiera”, sostiene Celia Dao. Sin embargo, la realidad sigue siendo que los hospitales, pese a la voluntad inquebrantable de las enfermeras y los médicos, están desprovistos; que atienden la desnutrición en cualquiera de sus estadios simplemente con hidratación y el alta; que ni siquiera pueden mantenerlos bajo vigilancia porque no pasan de las diez camas y que tratan las bajas con la misma opacidad y aparente desinterés como con los actos de corrupción en el sector de la salud pública.

No obstante, para empeorar la dura realidad de la desnutrición en el Zulia, están las amenazas que muchas madres han dejado saber entre lágrimas a los “ángeles” ciudadanos, pues han sufrido coerción por parte de los consejos comunales a los que pertenecen.  

Muchas de ellas son beneficiarias de los múltiples programas sociales que ha desarrollado el Ejecutivo Nacional, situación por la que se sienten políticamente comprometidas y son controladas al punto de exigirles que no revelen que sus hijos sufren o, peor aún, han muerto por desnutrición.

Del conocimiento de la fundación es el caso de una madre que acudió a los voluntarios para salvar su hijo de una desnutrición grave, que solo le dejaba dos kilos 800 gramos de sustento en el cuerpo. No fue posible su recuperación y, hasta la fecha, es la única criatura que Ángeles Chiquinquireños han perdido.

La fundación corrió con los gastos hasta de su sepelio, lo que les sirvió a los miembros del consejo comunal de su zona para levantar contra la mamá una averiguación penal ante el Cuerpo de Investigaciones Penales, Científicas y Criminalísticas (Cicpc), con la excusa de que el niño murió en su casa.

Ángeles Chiquinquireños volvió a ayudar a la madre del niño fallecido, esta vez con la asesoría y representación jurídica ante el Ministerio Público hasta solventar la lamentable situación.

Las mismas amenazas —de quitarles la criatura a las madres o de denunciarlas— de miembros de otro consejo comunal hicieron que una menor de nueve meses y cinco kilos quinientos gramos dejara de recibir la ayuda de la ONG, luego de que llegara a ellos desahuciada desde el Hospital Adolfo Pons, ubicado al norte de Maracaibo.

“La desnutrición llegó para quedarse en el Zulia”, lamenta Celia Dao en franco reconocimiento del número creciente de casos que recibe la fundación y la gravedad de los mismos. Y ante las dificultades que les han impuesto para la recepción de donativos internacionales, en 2017 cierran sus estadísticas con un porcentaje bastante más bajo de recepción de ayudas respecto del año pasado, justamente en momentos en que se registra en Zulia la mayor prevalencia de desnutrición infantil aguda del país, de acuerdo con cifras de Cáritas: 11,9 % para febrero y 16 % entre abril y agosto.

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